¡Un año con Quicksilver!

Si alguien me hubiera dicho el 1 de octubre de 2007 que en una semana iba a tener a mi cuidado a un indefenso gatito de tres días, no me lo habría creído.

Si alguien me hubiera dicho, cuando mi Quicksilver de dos semanas estaba enfermo y los veterinarios le diagnosticaban una muerte inminente, que dentro de un año iba a tener tumbado sobre mis rodillas un gato sano y fuerte... me habría ido a Berlín más tranquil@ xD

Y aquí está él: largo y robusto, pero igual de adorable que entonces.

Cuando miro sus primeras fotos, todavía puedo notar en la piel el frío de octubre, las noches de sueño escaso (constantemente interrumpido por las necesidades propias de un recién nacido), y el olor desagradable de la leche maternizada para gatitos. ¡Qué días tan horribles! Y aun así fueron bonitos... a su manera. No es una experiencia para repetir, desde luego xDD

Quicksilver es uno de esos pocos seres que nacen con la capacidad de enamorar a todo aquel que los conoce. Como diría Bono, "es una cosa que él tiene, y vosotros no". Todavía no me he topado con nadie que haya podido resistirse a sus encantos una vez lo ha visto en persona (porque Quicksilver es más persona que la mayoría de los que, sin justificación alguna, se otorgan ese título), y no es para menos. Incluso cuando, en sus juegos gatunos, les araña la cara, las manos y las piernas a mis invitados (y creedme cuando os digo que muchos se han llevado heridas terribles), ellos nunca son capaces de enfadarse, porque mi Quick es así.

La convivencia con él es toda una aventura.

En primer lugar, a mi Quick no se lo puede alimentar con cualquier cosa. Sus gustos alimentarios cambian aleatoriamente, y es toda una hazaña adivinar qué es lo que pide el pequeño gourmet cada vez que se sienta educadamente junto a la puerta de la nevera y espera, con mirada insinuante, a que vengamos a atenderlo. Sus platos favoritos son, evidentemente, los más caros: atún y pechuga de pavo, pero hay días en los que ni con ellos se lo puede complacer, y entonces sólo queda el suicidio.

Quicksilver, además, es adicto a toda clase de productos químicos y cosas que huelen "raro" en general (como tippex o tinta de rotulador), aunque lo que más le gusta en cuestión de toxicomanía - además de restregarse contra el suelo recién fregado con lejía - son las superficies adhesivas de toda clase. Incluso dormido, sabe reconocer el sonido del una pegatina al despegarse, y no descansa hasta haberla destrozado (o hasta que encuentra otra cosa con la que entretenerse). Con él en casa, una tarea sencilla, como pegar trocitos de fieltro en las patas de las sillas, se convierte en un auténtico infierno. Y aun así, no podemos imaginar que alguna vez hayamos podido vivir sin él :)

Son infinitas las anécdotas relacionadas con este gato que podría contar, pero no hay tiempo ni espacio para escribirlas todas.

Este ha sido un año inigualable, sin duda, y confío en que nos esperen muchos más.

¡Brindemos por este primer año de carantoñas felinas, pelos por todas partes, desparasitación constante, arañazos en la madera y en nuestros cuerpos y, sobre todo, topionic - mucho topionic! :D