No podía empezar este fotolog sin concederle un merecido lugar de honor, cómo no, a mi querido angelito rubio.
Mi angelito rubio es mucho más que un efebo: es un auténtico ángel; un alma pura; un ser divino que nos recuerda a todos lo imperfectos que somos y, a la vez, consigue llenar de magia nuestro pequeño e insignificante mundo. No adorarlo sería un sacrilegio.
Por desgracia, él ya no esta aquí. Ha dejado de iluminar mi mundo con su luz celestial y se ha ido a bailar a Francia. Al final ha pasado lo que yo me temía, aunque era de esperar que acabaría dejándonos.
Desde que era un niño de 10 años se le notaba que no era como los demás (¿cómo iba a serlo?). Siempre brilló con esa luz especial que desprenden las verdaderas estrellas. Sólo en un par de años alcanzó el nivel del grupo más alto. Con sólo 12 años, ya hacía clase con gente de mi edad. A los 13, se convirtió en la auténtica estrella de la compañía de David Campos. Salía al escenario a bailar con profesionales y llamaba más la atencion del publico que todos ellos juntos. ¿Cómo no iba a hacerlo? Cuando se subía a un escenario, su luz se hacía todavía más intensa. Era imposible no verla. Así que, me atrevo a afirmar y afirmo que Aleix Martinez ha sido (y es) el mejor bailarín que ha pasado jamás por la escuela de David Campos.
Al principio, yo era incapaz de comprender por qué a la gente le gustaba tanto ese "niñato creído de mierda". Eso fue antes de empezar a hacer clase con él. Cuando lo conocí, empecé a notar que en él había algo más que un niño rubio adorable que hacía gracia a la gente sólo porque era mono. Entonces noté que había algo en él que era especial...
Poco a poco empecé a descubrir la magia de mi pequeño angelito. No sé exactamente cuando fue, pero me dí cuenta de que cada vez disfrutaba más viéndolo bailar. Empecé a desearlo cada vez más y más (¿quién podría no hacerlo?).
Entonces, ocurrió algo que cambio mi vida.
Una tarde me quedé a mirar cómo mi angelito ensayaba para Turn Me On (la última coreografía de la compañía en la que participó). Fue algo extraño. No podía dejar de mirarlo. Era algo extraordinario. Nunca habría creído que podía haber tanta belleza en un simple baile. Era algo que me sacudía. Sentía que iba a morir. Era como si me atravesara una espada, desgarrando todos mis órganos internos, y, aun así, no quería que dejara de hacerlo... nunca. Deseaba poder quedarme siempre ahí, mirando cómo bailaba.
Es curioso: llevo 12 años haciendo ballet, he visto un montón de ballets de un montón de compañías de todo el mundo, pero, hasta aquella tarde, nunca había sido capaz de comprender lo que era el ballet en realidad. Fue él quien me lo enseñó. Fue entonces cuando entendí que él no era un simple mortal. Era un autentico ángel.
Durante estos últimos 2 años, él ha sido casi mi única motivación para seguir yendo a ballet. Ahora que se ha ido, ha dejado en mi vida un vacío que nunca se llenará. Aun así, no hay mas remedio que seguir adelante. Debo alegrarme porque sé que él está siguiendo su camino. Desaprovechar su talento sería un crimen imperdonable. Sé que será capaz de conseguir todo lo que se proponga, por eso estoy tranquil@.
Por lo menos, siempre podré seguir adorándolo y recordándolo tal y como era cuando lo conocí. Me quedan tantos recuerdos maravillosos... y, por supuesto, el gran honor de haber podido bailar con él. Eso es algo que nadie podrá quitarme jamás. Él siempre seguirá bailando para mí en mis sueños...
En fin, ¿qué mas puedo decir?
Bye, bye, mi querido angelito rubio. Fue un honor haberte conocido y haber podido disfrutar de tu compañía. No fue mucho el tiempo que pasamos juntos, pero estuvo muy bien. Sé que algún día llegarás a ser alguien muy grande y yo estaré ahí para verlo, aunque sea desde el público.
Espero que nuestras vidas vuelvan a cruzarse algun día. No sabes cómo me gustaría poder bailar contigo una vez más...
